El aire fresco no era el protagonista ese día, pero hacía su presencia. Y eso con mi ropa mojada, provocaban mi estremecimiento.
Tenía miedo, estaba muy asustada, pero algo me decía que si Sergio me había traído hasta allí es porque no había peligro.
Caminé lentamente hacia adelante, todo recto como bien me dijo Sergio. Mientras más andaba, notaba más oscuridad. Intenté quitarme el pañuelo, pero no pude, y me hice daño.
Seguí caminando hasta que comencé a oír música ambiental, y oler a rosas.
-¿Hay alguien?-grité y volví a oír mi voz, por lo que supe que había eco-Por favor… me manda Sergio…
Algo me tocó el hombro y me paré, con un buen chillido.
-¡¿Quién eres?! ¡Que yo sé hacer Kenpo!
-Sh…
Empezó a desabrocharme el pañuelo y sentí un alivio increíble. Me lo quitó de los ojos. Entonces lo vi todo: estaba en una cueva.
Allí no llegaba la luz, pero había muchísimas velitas por todas partes. También había rosas y pétalos de rosa.
En el suelo había una cama improvisada hecha con edredones a modo de colchón, con sábanas y cojines.
-¿Pero qué…?
Entonces me di la vuelta y lo vi, tan guapo como siempre.
Tenía el pelo mojado, e iba con una camiseta blanca y un bañador rojo con flores hawaianas blancas.
-Espero que te guste el champán-dijo y señaló una botella con dos copas.
-Zac…
-Sh-posó su dedo índice sobre mis labios-no digas nada, soy yo el que debe hablar. Siéntate, por favor.
Avanzamos y nos sentamos en la cama improvisada.
-Lo siento mucho Evelyn, en serio. Debí pensar que tenía que haber alguna razón para que me hicieras eso…
-No pasa nada, es normal que te enfadaras, si no sabías nada.
Los dos sonreímos y nos abrazamos.
-Venga, un brindis.
Abrió el champán y llevó las dos copas. Luego, me dio una.
-¿Por qué?-pregunté.
-Por nosotros-los dos brindamos y bebimos.
-Te lo has currado, ¡eh!
-Pensé que tenía que ser especial.
-¿Especial?
-La reconciliación, digo. Y gracias a la ayuda de Sergio, ha sido posible.
-Este Sergio… mira que he intentado que me dijera adónde íbamos.
-Evelyn, no sólo te he traído aquí para pedirte perdón…
-¿Entonces?
-Verás, tú ya sabes cuáles son mis sentimientos hacia ti.
Yo necesito saber los tuyos, necesito saber si esto va a alguna parte. Quiero que solidifiquemos lo nuestro, no sé si me entiendes…
-Sí, te entiendo… pero yo tiré la llave, ¿recuerdas?
-Yo sé que puedo hacerte feliz, y que la llave no está perdida.
Está en tu mano… ¿qué me dices, me das la llave?
El estómago me dio un vuelco. Zac me estaba pidiendo salir, seriamente y de forma estable. Y yo, allí callada, sin saber qué decir. ¿Debo empezar con él? No lo pensé más y le contesté. Sin dudarlo.
-La llave es toda tuya, cuídala bien.
-¿Sí?
-Por supuesto-sonreí.
Zac me cogió en brazos y me abrazó. Luego me miró a los ojos.
-Te quiero.
Nos besamos abrazándonos, con pasión y ternura. Nos tumbamos poco a poco y continuamos besándonos. Me quitó la ropa suavemente, y yo hice lo mismo con él. Me llenó de caricias y besos, con sabor a champán y agua del mar.
Llegó el momento, y lo noté, estaba dentro de mí.
Fue como perder la virginidad de nuevo, fue increíble, fue… como bien dijo él que tenía que ser… fue especial.
Un rato después.
Tumbados en aquella cama improvisada pero perfecta, podíamos oír el mar. Aunque yo, estaba más entretenida escuchando los latidos de su corazón. Apoyada sobre su pecho, mientras él tocaba mi pelo.
-Eres preciosa, ¿lo sabías?
-Tú más.
Y así estuvimos, perdiendo el tiempo sin pararnos a pensar en nada, sólo el uno en el otro.
-Evelyn, cariño despierta. Ya es de noche.
Abrí los ojos y lo tenía frente a mi cara.
-Venga, no te hagas la remolona.
Me levanté poco a poco y me fui vistiendo con mi húmeda ropa.
Él ya estaba vestido, haciendo algo en la pared.
-¿Qué haces?
-Ahora lo verás.
Cuando terminé de vestirme, fui hacia Zac.
-Ya estoy lista. Oye, ¿cómo has venido?
-Nadando.-dijo y sonrió-Mira.
Me señaló la pared y entonces lo vi. Estaban ralladas en la pared las palabras “Eve & Zac 8 agosto”
-Qué bonito-me abrazó y nos dirigimos hacia fuera.
-Oye, ¿y todo esto cómo nos lo llevamos?
-Tengo el móvil en el coche, desde allí llamo a un amigo que tiene una lancha motora, y se lo lleva todo.
-Y a nosotros nos toca nadar, ¿no?
-Jaja, venga hombre, no seas gandula.
Nos fuimos de allí, y al bajar de las rocas, empezamos a nadar.
-¿Cómo vas?
-Estoy cansada.
-Ya falta poco.
En un ratito llegamos a la escalera de las rocas.
Subimos y caminamos hasta el coche.
-Toma, sécate con esto-me lanzó una toalla del maletero-tengo también un recambio de ropa. Espero que tengas más o menos la misma talla que mi prima María José.
-Seguro que más o menos es la misma. Pero, ¿dónde me cambio?
-Pero si por aquí no pasa nadie.
-¿Seguro?
-Que sí, tonta.
Le creí y me cambié allí, al lado del coche.
-Mira, te queda genial. Mejor que a ella.
Nos montamos risueños en el coche, y nos fuimos de allí, dejando los malos momentos, y nuestras diferencias.
“Es el mejor día de mi vida”-pensé
Pero en ese momento, ni sabía cuántos problemas me iba a causar.
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