lunes, 3 de enero de 2011

Cap.32 El camino a ciegas

Mientras más lo pensaba, más absurdo me parecía el plan de Xiza, pero ella lo había decidido así.
Me encontraba en mi habitación, leyendo un libro.
Han pasado ya dos días desde que les conté todo lo sucedido a mis amigos, y aún no tenía muchas señales de Zac. No se dejaba ver mucho.
-¡Evelyn! ¿Puedo entrar?-dijo mi hermana llamando a la puerta de mi habitación.
-Sí, ¡entra!
Selena entró y cerró la puerta.
-¿Cómo estás? Llevas unos días muy rara. ¿Es por el chico ese?
-En parte sí. Tuvimos una pelea y llevamos mucho sin hablar.
-Te entiendo, créeme. Lo pasé muchísimo peor a tu edad.
Selena cogió la silla del escritorio y se puso a mi lado.
-La pérdida de David fue un suceso que me marcó de por vida. Puede, que si David hubiera seguido con vida, mi hijo hoy en día no estaría aquí. Quizás, hubiera abortado.
-¿De qué fue? No lo recuerdo…
-Es que eras muy pequeña. Un ataque de ansiedad… le faltaba el aire. Asma. ¿Te lo puedes creer? Era asmático, y yo ni lo sabía.
-Lo echas de menos, ¿verdad?
-No hay un solo día que no me acuerde de él. Por muy atareada que yo esté algún día, y no tenga tiempo ni de pensar, viene mi pequeño David y me lo hace recordar.
-¿Algún día piensas decirle la verdad sobre su padre?
-No veo la necesidad, pero si algún día lo veo apropiado, o él pregunta, sí que se lo contaré.
-Bueno, pero Selena, mi situación no es la misma.
-Sólo quiero decirte, que hables con él, que no lo dejes escapar. Si os queréis, lo demás no importa.
-Gracias por el consejo, intentaré hacerlo.
Mi hermana salió de la habitación y yo seguí leyendo.
De repente oí una moto en la puerta, la de Sergio.
Me asomé a la ventana del pasillo, y allí estaba.
-¡Baja, Eve! ¡Tenemos que ir a un sitio!
-¿A dónde?
-¡Tú baja!
Hice lo que me dijo, y tras meterme el móvil y las llaves en el bolsillo, bajé.
Iba a salir por la puerta, cuando me encontré con mi padre.
-Evelyn, ¿adónde vas?
-Ha venido Sergio a por mí.
-Ten cuidado.
-Sí, papá.-le di un beso en la mejilla y salí.
Fuera, me puse el casco y me monté en la moto.
-¿Puedo saber adónde vamos?
-¿La verdad? No. Es más, ponte esto alrededor de los ojos.
-No… que no me fío.
-Pues te lo pongo yo-me lo puso bien apretado y arrancó.
-Genial…-dije y nos fuimos.
No me hacía mucha gracia ir en moto con los ojos vendados, ya que no sabía cuándo había curvas ni nada, y sentía vértigo.
Por fin llegamos a donde quiera que estuviésemos.
El olor del mar inundó mi nariz. También el sonido, los pájaros y las olas, rompiendo con las rocas.
-Sergio, ¿dónde estamos, en la playa?
-Más o menos.
-¿Cómo que más o menos?
-Pues que no voy a decirte nada.
-Vaya tela…
Me condujo a través de las manos sobre la arena. No tenía dudas, estaba en una playa.
-Esto es la playa.
-Cállate. Tienes que meterte en el agua.
-¡¿Qué?! ¿Cómo voy a nadar vendada?
-Tú déjate llevar, que yo soy el que te lleva.
-Pero Sergio…
-¡Nada! Tú irás sobre mi tabla de surf.
-¿Y mi móvil?
-Joder, dámelo, que lo llevo todo a la moto.
Le di mis cosas y me dejó sola.
-¡Sergio, no me dejes aquí!
Me quedé muy quieta, e intenté quitarme la venda, pero la tenía muy apretada.
Algo se movió cerca de mí, pude sentirlo.
-¿Sergio, eres tú?
Noté cómo se acercaba a mí.
-Yo con ese cuerpo soy quien tú quieras-dijo una voz ronca y fea, y me cogió por la cintura.
-¡Ay quita, qué asco!-lo empujé y empecé a dar patadas y puñetazos al aire, también escuché cómo el tío se reía.
-¡Eh, déjala!-ese sí era Sergio, que me cogió por la cintura-Vámonos, no nos queda apenas tiempo.
-¿Para qué? ¿Qué tiempo?
Tras andar un poquito, me volvió a hablar.
-Nos acercamos a unas rocas, ten cuidado.
-Tengo miedo… ¡vas a ahogarme!
-Que no…
Seguimos andando por aquellas rocas por las que por cierto, casi me caigo. Al cabo de un ratito, me paró. Era horrible andar sin poder ver, cada sonido me aterrorizaba.
-Siento no haberte avisado sobre el bikini, la ropa te pesará.
-Joder macho…
-Mira, vamos a bajar por unas rocas, así que sígueme.
Fui bajando una especie de escalones y, poco a poco, introduciéndome en la fría agua.
Estando ya hasta la cintura, Sergio me paró.
-Oye, ¿tu tabla?
-Eso estoy esperando, un momento. Ah, ahí está. ¡Tírala aquí!
-¿Quién es?
-Un colega que me ha traído la tabla de surf. Ven, siéntate aquí como si fueras a hacer surf.
Hice lo que me dijo, y con miedo y ayuda, me senté.
-Sí que pesan los vaqueros.
-Ahora sobre todo, no te muevas o volcarás.
No había terminado de decirlo y ya había volcado.
-¡Ay, está fría! ¡No veo, me hundo!
-Calla anda, mira que te lo he dicho. Voy a cogerte desde abajo.
Volvió a subirme, y yo no me moví más.
Al cabo de un rato, que a mí se me hizo eterno, llegamos a donde quiera que Sergio me llevara.
-A ver Evelyn, tienes que volver a subir a una roca.
-Joder.
Con la ayuda de Sergio, conseguí subir.
Estaba muy nerviosa, no sabía lo que me iba a encontrar.
-Ya está. Yo tengo que irme, te dejo en sus manos.
-¿Sus? ¡No me dejes!
-Tranquila, tu anda recto, no te gires o te chocas. Disfruta, te quiero-me besó la mejilla como de costumbre, y se fue.

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