No me lo podía creer… ¿qué coño hacía él aquí?
-Hola Bebi-sí, como él solía llamarme.
Allí estaba Óscar, con unos vaqueros, una camiseta blanca a rayas azules y sus Ray-Ban en la cabeza.
Al verlo, mi corazón dio un vuelco y me entró un escalofrío. Todos los momentos vividos, las caricias, los besos… Su mirada, tan penetrante como siempre, como la recordaba. Su pelo alborotado, su cuerpo perfectamente trabajado.
-Mira cielo, cuándo tiempo que no lo veíamos ¡eh!
Mi madre no sabía nada de lo que nos pasó, ella cree que lo dejamos por su mudanza a otra ciudad.
-Hola-fue lo único que me atreví a decir.
-Bueno, yo voy a por algo para picar y así os dejo solos, que tendréis mucho de qué hablar.
Mi madre se fue hacia la cocina con sus típicos andares.
-Estás preciosa-su voz, tan dulce y cálida.
-Gracias. Oye, ¿prefieres que vayamos a algún sitio? No me apetece estar aquí.
-Claro, tengo fuera mi moto.
-¡Mamá, no prepares nada, nos vamos!-grité mientras salía por la puerta.
Al llegar afuera vi la moto sobre la acera que había enfrente de mi casa. Era una Honda CBR-600.
-¿No te darán miedo las motos?
-Más quisieras. Recuerda que hasta hace unos meses era mi vía de transporte-dije dedicándole una verdadera sonrisa. Sé que me había hecho daño, pero no podía evitarlo, era MI Óscar-ahora suelo ir más en coche-sonreí para mí misma ante esa frase.
Me puse un casco que me pasó y me monté detrás de él.
-¿Dónde vamos?
-Ya lo verás, ¡agárrate Bebi!
Hice caso a lo que me dijo y me agarré fuertemente a su cuerpo, posando mis manos sobre su vientre. Podía notar perfectamente sus abdominales a través de la camiseta.
Ir en moto era increíble, el viento mecía mi pelo y acariciaba mi cara.
Yo siempre había querido una moto, pero a mi madre le dan miedo.
-Ya casi hemos llegado-me dijo girando la cara.
Fue reduciendo poco a poco la marcha hasta que se paró.
Entonces fue cuando reconocí el lugar. Estábamos en el restaurante adonde me había llegado en nuestro primer aniversario.
-Óscar, ¿qué hacemos aquí?-pregunté, un poco nerviosa.
-Nada, como es la hora de comer pensé que podía invitarte.
-Sí, pero no aquí… yo me voy.
-Bebi, por favor, déjame invitarte a comer, aunque no sea aquí…
-¡Pero yo elijo el sitio!
-Hecho-mierda, lo había hecho… Óscar había sonreído.
Con esa sonrisa que tanto ansiaba ver. Lo malo, es que ya no podría olvidarla.
Volví a montarme en su moto y lo guié hasta el local adonde quería comer. Acabamos en el Mc Donald.
-¿Este es tu sitio ideal para comer?
-Parece que no me conoces.
Entramos en el local y nos pedimos cada uno un menú.
Ya en la mesa, comenzamos a charlar.
-¿Cómo va la cosa por allí?-pregunté como la que no quiere la cosa. En realidad la pregunta era, “¿tienes novia?”
-Bueno, pues no va nada mal. Me acabo de sacar el graduado, aunque me ha costado, y ahora no sé qué haré.
-Pues estamos igual.
-Pero tú tienes más recursos, hay más cosas que se te dan bien que a mí.
-Ya… y, ¿qué pasó con Clara?
-No te lo creerás, pero sabía que me lo preguntarías.
-Es normal que lo haga, ¿no?
-Bueno, en parte sí. Pues tras aquel… no sé cómo decirlo.
-Polvo-contesté decidida.
-Suceso, queda mejor. No me hacía mucho caso, y yo al contarme mi madre la posibilidad de irme a la otra ciudad, acepté sin pensarlo. Ya había perdido lo más importante de mi vida.
-Claro, Clara ya no te echaba cuenta.
-Qué dices boba, me refería a ti.
-Si yo era lo más importante de tu vida, ¿por qué lo hiciste?
-No lo sé, Bebi… fue todo tan rápido… Clara vino a mi casa diciéndome que tenía que hablar con migo.
-Es una puta.
-No te lo niego-sonrió y me agarró la mano.
Si no separaba la mano en pocos segundos, pasaría algo grave.
-Óscar, quiero irme, por favor.
-¿Ya? Permíteme invitarte a una cosa más.
-¿A qué te refieres?
Volvimos a salir y nos montamos en la moto.
-¿Vas a decirme dónde vamos?
-Al Starbucks.
¡Genial! Me encantaban los batidos de chocolate del Starbucks, con nata montada y chocolate encima.
Óscar, los prefería de caramelo.
Tras pedir el batido, nos sentamos en una mesa en la terraza del local.
-¿Cómo está tu familia? O sea, David, Jenny, Selena…
-Bueno, no están nada mal-sonreí al acordarme de esa misma mañana con Zac y los niños en el parque y la heladería.
-Me alegro-dijo y dio un largo sorbo a su batido.
-Oye, ¿hasta cuándo te quedas?
-Bueno, a decir verdad, no lo sé. Puede que si encuentro una razón para quedarme, lo haga.
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