Ya harta de dormir, me levanté sobre las ocho. Bajé a comer algo y mi madre estaba haciéndose un café.
-¿Cómo te has levantado tan temprano?
-No tenía sueño.
-Hoy ya puedes salir.
-Pues iré a por David y me lo llevaré a algún parque.
-Yo me voy a trabajar, adiós cielo-dijo dándome un beso en la frente como ella solía hacer.
Subí a mi habitación y rebusqué en el armario algo para ponerme. Me decanté por unos vaqueros, un polito rosa y mis converse rosas. El pelo me lo dejé tal cual, ya que no tenía ganas de mirar qué peinado ponerme. Cogí mis llaves, mi móvil y dinero, y llamé a mi hermana mientras salía de casa.
-¿Selena?
-[…]
-Ah, hola Jonathan. ¿Está David despierto?
-[…]
-Genial, ahora me paso a por él para llevarlo a algún parque.
-[…]
-¿Jennifer? Pues que se venga también.
-[…]
-Venga, un beso.
Colgué el teléfono y continué mi camino hacia la casa de mi hermana. No estaba muy lejos, así que no tardaría mucho en llegar. Por la calle había mucha gente, y es que ya se me habían hecho las diez y media.
Cuando llegué, Selena estaba saliendo, así que no tuve que llamar.
-Hola Evelyn, ya me ha contado Jonathan. Entra, están en el salón viendo los dibujos.
-Pero, ¿están listos?
-Sí. Bueno, tengo que irme que llego tarde.
-¿Dónde vas?
-Tengo una reunión. Un posible contrato-me decía alzando la voz mediante se alejaba hacia el coche.
Entré y los chicos estaban viendo Sin Chan.
-¡Tita!-dijo mi sobrino corriendo hacia mí-¿dónde vamos a ir?
-A dar una vuelta, venga vamos.
-Espera que tengo que ponerme los zapatos.
-No tardes.
David subió corriendo para arriba y vino alguien muy entrañable.
-¡Tobi!-el perro me reconoció y vino en busca mía.
Tobi era mi perrito cuando yo era pequeña, pero se lo acabó quedando mi hermana. Es un Labrador, enorme por cierto.
David bajó y Jennifer apagó la televisión. Después, nos fuimos.
-¿Vamos a ir a un parque?-me preguntó Jennifer.
-Claro, y os compraré un helado.
-¡Bien!-dijo mi sobrino saltando-¡el mío de chocolate!
-Que sí, os lo compraré del sabor que queráis.
Fuimos a un parque enorme, con césped, fuente, banquitos, columpios… vamos, de todo. El problema, quedaba muy lejos de casa.
¡Qué energía tenían los niños! Madre mía, no podía con ellos. No sabía como lo hacía Selena. Llamé a Laura, que tenía buena mano para los niños.
-Laura, te necesito.
-[…]
-No, esta tarde no, te necesito ahora.
-[…]
-Estoy en el parque “De la Libertad”, con los niños, ¡y no puedo controlarlos yo sola!
-[…]
-Bueno, si no puedes, no puedes… adiós.
Genial, Lara no podía venir. Quién me manda a mí meterme en esto… Con David solo podía, pero con David más Jenny la cosa cambia. Y no es que Jenny fuera un gran peso, pero cada uno a su bola, corriendo de allá para acá, y con diferentes amigos, etc. Tienes que estar vigilándolos a los dos, y yo es que no podía.
No había pasado más de un cuarto de hora, y no tengo ni idea de porqué, apareció allí Zac.
Yo hice como si no lo hubiera visto, y seguí en mi misión de cuidar a los monstruitos. Era demasiado orgullosa como para admitir delante suya que yo sola no podía, que estaba volviéndome loca. Pero él me vio. Lo supe cuando se acercó a mí.
-¿Una doncella en apuros?
-¿Tanto se nota?-dije con una leve sonrisa-¿qué haces aquí?
-La llamada del salvador.
-Pero otra persona sí.
Laura… solo se le ocurre a ella decirme que no puede venir para mandarme a otra persona que ella vea que puede hacerme… digamos… una “mejor” compañía.
-Genial, y ¿qué te hace pensar que necesito tu ayuda?
-Porque ahora mismo tu sobrino se está peleando con otro niño.
-Mierda, ¡David!
Los dos salimos corriendo hacia mi sobrino y aquel niño moreno. Yo cogí a mi sobrino y Zac al salvaje.
Iba vestido con ropa rota y sucia, y llevaba la cara muy sucia. Tendría unos nueve años. Sólo por la apariencia, se venía que venía de un hogar desestructurado y sin ningún tipo de lujos. O más que lujos, podríamos decir que no tenían métodos para cubrir sus necesidades. Necesidades tan simples como agua para la higiene, o dinero para ropa.
-¡Suéltame hijo de puta!-gritó el niñatillo.
-Mira niño, si tienes huevos de acercas otra vez a este niño.
-Que te den por culo viejo-Zac lo soltó y el niño se fue corriendo.
-David cariño, ¿qué ha pasado? ¿Estás bien?
-El niño, que ha venido y me ha insultado.
-No te acerques más a él-le contesté abrazándolo.
David echó a correr y Zac sonrió triunfante.
-Vale, a lo mejor sí necesito tu ayuda… pero sin ella no me iría tan mal.
-El orgullo te puede-dijo riéndose a carcajadas.
Me quedé callada, porque a decir verdad, Zac tenía razón.
Veo que te han levantado el castigo.
-Sí, y pensé que la mejor forma de disfrutarlo sería saliendo con mi sobrino.
-Oh, qué bonito. Pareces un anuncio de compresas.
-Serás gilipollas…
De repente vinieron corriendo David y Jennifer.
-Tita, ¿y el helado que nos dijiste?
-Pero el kiosco está lejillos, y no vamos a poder volver.
-No os preocupéis, que el tito Zac os lleva donde haga falta.
-Tita, este novio es otro, ¿no? El del otro día era rubio.
-Sí, pero el moreno mola más, ¿a que sí?-dijo Zac divertido.
-Claro, hasta nos va a dar helados-dijo Jenny.
-Bueno, pues vámonos ya-contestó Zac satisfecho.
Zac quería ganarse a los pequeños. Se le veía como pez en el agua, se los ganaría en nada.
Su mirada jugando y bromeando con ellos era como la de un niño.
Nos montamos en el coche y les dije a los niños que se pusieran el cinturón. No tardamos mucho en llegar, pero no a un kiosco, sino a una heladería.
-Ala, pedir lo que queráis-dijo Zac.
-¡No! Sólo un helado.
-Jo tita…
-Nada, sólo uno.
-Qué estricta, ¿no?-añadió Zac.
-A ver Zac, que son niños. Si por ellos fuera se pedirían la heladería entera. Además no está el presupuesto para mucho.
-Que no tonta, que invito yo. Vamos, dime qué helado quieres tú.
-Bueno, pero no te acostumbres a invitarme a cosas-le dije con una sincera sonrisa-me gustaría uno pequeño de Stracciatella.
-Claro, siéntate en la mesa de ahí fuera, ahora voy con los helados.
Cuando Zac llegó, no vino con mi helado pequeño… ni mucho menos. Trajo una copa enorme de Stracciatella con dos cucharitas.
-No te importa que lo compartamos, ¿no?
-Eres increíble tío-le dije riéndome a carcajadas.
-Lo sé.
Los niños se pusieron a jugar en un parque prefabricado que había allí en la puerta.
-Con que tu novio el rubio-dijo poniendo cara pensativa.
-No es mi novio, es que David lo vio en mi cuarto y sacó malas conclusiones.
-¿En tu cuarto? ¿Malas conclusiones? No te ofendas, pero ¿qué coño hacíais para que el niño sacara malas conclusiones?-añadió divertido.
-Pues nada bobo, sólo hablar.
Me miraba con unos ojos que mostraban seguridad. Sí, se sentía seguro conmigo, y yo con él.