lunes, 3 de enero de 2011

Cap.22 Javi, el bocazas

En el coche hacía mucho calor, y tuve que abrir la ventana. Nos dirigíamos a una pizzería a comer, ya que no me había dado tiempo a comer, ni a él tampoco.
Iba súper guapo, para comérselo. Llevaba unos vaqueros ajustados y un polo color crema.
-¿Sabes? Vas preciosa.
-Tú sí que vas guapo. Me encanta este coche.
-Lo sé. Se te nota porque se te ve feliz al montarte.
-Quizás sea por la compañía-sonrió y le devolví la sonrisa.
En poco rato estuvimos allí. Entramos y nos sentamos a esperar al camarero.
-¿Qué quieren para beber?-preguntó una camarera morena que no le quitaba ojo de encima a Zac.
-Yo una cerveza-contestó Zac decidido.
-Yo una coca-cola-la camarera le dio la carta a Zac y se fue.
-¿Coca-cola? Valla, chica light.
-Sí, pero más light era la mirada de esa chica mirándote, ¡eh! Incluso me pareció que te guiñaba un ojo.
-¿Celosa?
-Más quisieras. Además, ¿light? ¿Acaso no te acuerdas de la noche en la que te conocí?
-No me acordaba. Pero vamos, que espero que no me toque siempre cuidarte.
-No, si yo tampoco. Sobre todo porque a la mínima me besas.
-Venga ya Evelyn, si te encantó.
Me reí, e igual eso fue precisamente lo que me delató.
-¿Han decidido ya qué quieren comer?
-Sí-contesté primero y no le dejé ni hablar-una pizza Margarita, por favor.
-A mí una cuatro quesos.
-¿Se le puede ofrecer algo más?-dijo la chica.
-Al número de teléfono, ¿te refieres?-contesté divertida-Pues no, gracias. Se las basta solito el muchacho.
La chica me miró avergonzada y se fue.
-¿Por qué has hecho eso?
-¿El qué?
-No dejarme hablar.
-Es que yo soy más decidida.
-Eso espero, que te decidas pronto, porque creo que te he dejado las cosas bien claras.
Se hizo el silencio por un momento. Gracias a Dios, nos trajeron las bebidas. Claro, que no fue la morena. Nos envió a otro camarero.
-Lo siento, es que nos falta personal y no damos abasto.
-No importa, pero si las pizas no tardaran tanto…
-Haremos lo que podamos-se fue y volvimos a quedarnos solos.
-Bueno, ¿qué planes hay para luego?-preguntó.
-Pues no lo sé. Podemos ir a “La Topaccio”
“La Topaccio” es una discoteca italiana en la que los jóvenes bailamos, bebemos, etc. Lo normal de una discoteca. La entrada está prohibida a menores de diecisiete años, pero los de dieciséis años solíamos entrar, no sé, quizás sólo pusieron esa norma para que no fueran chicos de catorce y quince años.
-Tomen, sus pizzas.
Por fin, tenía mucha hambre. Y menos mal que me alimenté bien, pues en ese momento no sabía la falta que me haría más tarde.
Terminamos de comer y pagamos. Me costó siete euros la comida y la bebida. Luego, nos fuimos de allí.
-¿Habrá mucha gente?-pregunté ya en el coche.
-Seguro, los sábados suele haber mucha gente.
-¿Qué hora es?
-Las doce y media.
-Genial-dije y sonreí con ganas.
En breve llegamos a “La Topaccio” y aparcamos cerca de la puerta.
En la entrada había una cola de gente enorme y dos porteros, habría alguna fiesta.
-Joder, tiene que estar hasta las trancas de gente.
-No te preocupes, ven-me cogió de la mano y nos acercamos a un portero.
El portero era un tío ancho, vestido de negro, con un auricular en la oreja.
-¡César! Cuánto tiempo, ¿cómo va la cosa?
-¡Hombre, Zac! ¡Cómo has crecido! Pues va muy bien, aquí currando, ¿y tú?
-Aquí con una amiga que venía a echar unos bailes. Mira, ella es Evelyn-le di dos besos-y él es César.
-Encantada-añadí.
-Igualmente-sonrió-venir por aquí-nos pasó por la puerta y nos abrió otra más adentro. Por detrás, se escuchaban quejas y protestas de la gente de la cola. Yo miré hacia atrás y sonreí. Ya estábamos cerca, podía oír la música. Anduvimos por un pasillo muy largo hasta llegar a la puerta de acceso a la discoteca. César nos abrió la puerta y nos dio unas tarjetas.
-Tomad, valen por una copa, ¡divertiros!
-Gracias César, de verdad. Me alegra verte.
César sonrió y se volvió hacia la puerta.
Zac me agarró por la cintura y me fue guiando hacia la barra.
-¿De qué lo conoces?
-Un viejo amigo de la familia.
La discoteca era inmensa. Tenía su zona de baile, y algunas especies de habitaciones en unas plantas superiores con sofás y mesa, y las paredes acristaladas, para estar con tus amigos. También puedes alquilar habitaciones con camas para la intimidad.
-¿Qué os pongo?
-JB con coca-cola-dije yo chillando un poco para que pudiera oírme.
-Yo quiero Barceló con coca-cola.
Zac le entregó las tarjetas y en poco tiempo nos trajeron las bebidas.
Fuimos a la pista de baile. Bailamos un rato, mientras nos bebíamos el cubata. Luego miramos hacia arriba, para ver si en las habitaciones había alguien de nuestro grupito y, efectivamente, allí estaban. Sólo pudimos ver a Xiza desde nuestra posición, pero nos sobraba. Si estaba ella, estarían los demás. Subimos arriba y llamamos a la puerta de cristal. Nos abrieron y nos saludaron todos.
Estaban todos: María José, Adrián, Xiza, Dani, Laura, Sergio, incluso Elena. Sí, Javi también estaba allí. Guapísimo, por cierto. Llevaba puestos unos vaqueros y una camisa a cuadros azules y blancos. Tenía una cara un tanto extraña, no había escarmentado, iba borracho.
-Tengo que hablar contigo-dijo Javi señalándome.
-¿Ahora?
-Y aquí.
-Está bien. Tú dirás.
Zac se encontraba a mi lado, cogiéndome por la cintura.
Javi se levantó y se puso frente a nosotros. En pocos minutos, toda la atención de la habitación era nuestra.
-Hoy te he visto. En la puerta de tu casa, con un moreno, ¡morreándote!-Zac me miró de reojo sonriendo, y Sergio hizo lo mismo-Luego volví a verte con él, estabas en el Starbucks-de repente me entró un escalofrío y los músculos de Zac se tensaron. Sentía sus ojos clavados en mí-Sólo quiero que sepas que no voy a dejar que le hagas a mi primo lo mismo que a mí, ¡no vas a jugar con él! Zac, ¡está con otro!
Genial, Javi me había jodido, pero bien.

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